martes, 22 de septiembre de 2020
lunes, 7 de septiembre de 2020
VI OLIMPIADA DE FILOSOFÍA DE LA RIOJA 2020
Con motivo de la pandemia, esta edición de la Olimpiada de Filosofía tuvo que celebrarse por medios telemáticos, con lo que solo disfrutamos a medias de su desarrollo. Pero también este año el IES Sagasta tuvo su lugar destacado.
Inicialmente, la celebración de la fase nacional estaba prevista en Santiago de Compostela, pero ha sido anulada debido a las circunstancias que todos conocemos. Sin embargo, esto no es obstáculo para recordar los logros de nuestros alumnos, que no fueron pocos.
El tema que se trataba este año era EL PODER DEL MITO.
En la modalidad de Ensayo, ANDRÉS RUIZ OLIVÁN, de 2º de Bachillerato, quedó en segundo puesto.
En la modalidad de Fotografía, tuvimos dos alumnos destacados: ELIA DELGADO LÓPEZ DE SOSOAGA, y MIGUEL ARÉJULA AISA, ambos de 1º de Bachillerato Internacional de Ciencias, que quedaron en 2º y 3º lugar, respectivamente
Y en la modalidad de Dilema Moral, nuestro gran ganador fue MARCO ZORZANO BARROSO de 4º ESO.
ENHORABUENA A TODOS LOS PARTICIPANTES Y, SOBRE TODO, A LOS GANADORES.
http://olimpiadafilosofialarioja.blogspot.com/2020/10/defensa-dilema-moral-ganador-vi.html
http://olimpiadafilosofialarioja.blogspot.com/2020/07/defensa-fotografia-filosofica-vi_20.html
Ensayo "El poder del mito", de Andrés Ruiz Oliván
Desde el origen de la humanidad
las personas han recurrido a los mitos, historias ficticias y falsas creencias,
con el objetivo de dar respuesta a todas aquellas preguntas que en su momento
parecían completamente imposibles de explicar, así como para encontrar algo, un
motivo, que les ayudase a seguir adelante. Si bien es cierto que en la
actualidad estos mitos no adoptan las mismas formas que hace siglos, es
innegable que aún están presentes en nuestra sociedad y gozan de una gran influencia,
pese a que sean mucho más difíciles de identificar debido a que llevan
asentados y normalizados desde hace muchos años. Y si bien es lógico que no
suelen nombrarse como mitos, en el sentido literal de la palabra, es evidente
que comparten un gran número de similitudes con aquellos relatos que ahora
parecen tan lejanos: De nuevo son capaces de movilizar la opinión de gran parte
de la población, orientándolos hacia un modelo determinado y llegando a crear
concepciones absolutamente erróneas.
¿Cuáles son algunos de estos
mitos que tan presentes están en nuestra actualidad? Hay varios:
Uno de los más popularizados,
sobre todo entre las generaciones de jóvenes, consiste en creer que la
tecnología todo lo puede y nos va a llevar siempre a facilitarnos la vida y a
conseguir alcanzar el progreso.
Es verdad que muchos de estos
avances técnicos son muy beneficiosos para la humanidad y sirven para
solucionar muchos de nuestros problemas, tales como las vacunas y los medios de
comunicación, entre otros. Sin embargo, como en todo, además de la parte
positiva está la negativa, que por lo general intenta ocultarse, restándole
importancia.
Y en verdad muchas de estas
consecuencias de los supuestos progresos humanos están ocasionando un gran daño
tanto a nuestra propia especie como a todo aquello que nos rodea.
Uno de los casos más evidentes
en lo que a esto respecta sería el de las armas, instrumentos elaborados para
“proteger” la vida de unos cuantos mientras se le pone fin a la de muchos
otros.
Otro ejemplo de este avance-retroceso
está últimamente en boca de todos debido al aumento de las consecuencias y al
limitado tiempo que queda para poder remediarlo.
Estoy hablando, claramente, del
cambio climático. Tantos esfuerzos han acabado por sobreexplotar a nuestro
planeta, con las talas masivas de árboles y la contaminación del aire y del
mar, por ejemplo. Y si no salimos de la burbuja de felicidad e ignorancia,
acabará por explotar.
¿Acaso hay alguna otra especie
aparte de la nuestra que sea capaz de destruirse a sí misma de esta forma?
Dejando de lado todo el tema de
la tecnología y sus nefastas consecuencias, pasaremos a centrarnos en el
dinero. La población tiende a pensar que cuanto más rico sea uno, más fácil le
va a ser obtener la felicidad. Y aunque es cierto que el dinero ayuda, y mucho,
a conseguir diversos agentes externos para motivarnos, hay que admitir que esta
felicidad es pasajera, momentánea, no ese disfrute etéreo al que todo el mundo
aspira. Además, hay cosas que el dinero no puede evitar por mucho que se lo
proponga, ¿o acaso los ricos son inmortales?
Un caso semejante es el del
amor, utilizado a menudo por muchos como el único motivo para seguir adelante e
incluso llegando a creer que cualquier cosa es posible si por amor se hace.
Este hecho se puede ver muy bien ilustrado en frases como “el amor todo lo
puede”.
El problema llega cuando se
choca con la pared imaginaria de la realidad y uno se da cuenta de que los
sentimientos permanecen como tal y nunca van a sobrepasar esos límites.
Como último caso para estos
mitos actuales, me centraré ahora en uno que puede causar cierta controversia,
aunque claramente no tanta como hace bastantes años: La religión.
No me referiré a ninguna
doctrina en concreto, pero hay que admitir que se trata, sin duda, de uno de los
mitos que más repercusión han tenido en la historia de la humanidad, llegando a
movilizar la opinión de algunos grupos de personas de una forma inmensa, e
incluso derivando en la muerte de otros muchos.
El caso es que, pese a que no
podemos negar que haya verdad dentro de las diversas religiones, tampoco
podemos afirmar nada con totalidad, mientras que muchas personas se dejan
llevar por completo haciendo caso solo a aquello que sus creencias le impongan.
Una vez puesto en manifiesto
que aún hay numerosos mitos en nuestro mundo, y que posiblemente todos estamos
más influenciados por ellos que lo que creemos, habría que plantear la
siguiente cuestión: ¿tenemos que seguir apoyándonos en los mitos para seguir
adelante o deberíamos estar dispuestos a dejar todo de lado y optar por el
camino de la verdad?
Aunque en un primer plano todos
nos dejaríamos llevar y optaríamos rápidamente por una de estas opciones, hay
que tener cuidado y analizar con cautela cada una de ellas.
Es verdad que vivir con una
tela delante de nuestros ojos, o en una caverna sin ver el exterior como
indicaba Platón con su mito de la caverna, no es precisamente lo más agradable.
El ser humano es curioso por
naturaleza y siempre va a querer saber qué hay más allá, obteniendo de este
modo una respuesta para muchas de sus preguntas que tanto desea resolver.
Pero, ¿y si esa respuesta no es
lo que uno se espera encontrar? ¿No podría provocar una gran decepción
descubrir que todo en lo que creías era una mentira de una forma tan repentina?
De hecho, hay personas que
hacen su vida por y para estos mitos, siendo la religión uno de los casos más evidentes. Si se les
quitase todo aquello a lo que se dedicaban con tanto fervor de repente se
provocaría, sin duda, una situación de inestabilidad en el interior de su
mente, lo cual derivaría en una desilusión y falta de motivación ante la vida
que acabaría por desembocar en el nihilismo.
¿Y qué se hace con una gran
parte de la población absolutamente desmotivada ante la vida? Porque hay que
tener en cuenta que este tipo de casos se podría aplicar prácticamente al total
de nuestra sociedad: Todos vivimos engañados aferrándonos a cualquier cosa que
encontramos a nuestro alcance para poder mirar hacia el futuro y seguir
adelante, incluso aunque no lo percibamos. Y quizás no estemos dispuestos a
perder todo esto de un momento a otro.
Por el otro lado, es evidente
que tampoco podemos vivir eternamente en la ignorancia, completamente ajenos a
lo que nos rodea y creyendo que todo es de una forma distinta.
El mundo tiene que conocer la
verdad para seguir adelante, por mucho que en numerosas ocasiones nos cueste
afrontar la realidad.
Por ello, y teniendo todos
estos aspectos en cuenta, considero que el papel que tendría que jugar la
filosofía en todo aquello relacionado con el mito sería el de guiar a la
población poco a poco, sacándola lentamente de esa ignorancia en la que se
encuentra sometida para mostrarle lo que realmente hay en el mundo.
Este cambio, como he indicado,
debe de ser progresivo, no llevarse a cabo de una forma repentina, y
probablemente lleve tanto tiempo realizarse que es muy difícil que seamos
capaces de ver una sociedad completamente transformada.
Pero es necesario hacerlo
lentamente debido a la fragilidad de la mente humana, que no sería capaz de soportar
tantos impactos en un periodo de tiempo corto, y probablemente le lleve aún más
tiempo interpretarlo correctamente y aceptarlo.
Puede que nuestras vidas tengan
poco o nulo sentido sin todas las ayudas proporcionadas por los mitos, pero
poco a poco hay que conseguir adaptarse y encontrar nuevas motivaciones, porque
el cambio forma parte de nuestras vidas.
Quizás nosotros seamos capaces
de esperar, pero el mundo no tiene tanto tiempo, y la verdad está a nuestra
disposición. Es nuestra elección tomarla o dejarla de lado.
Exposición de Marco Zorzano sobre el Dilema Moral
Buenas tardes, soy Marco Zorzano Barroso, alumno del Instituto Sagasta.
El dilema se plantea a la hora de decantarse entre dos posturas e identificar una de esas posturas como racional y, otra, como mítica. En primer lugar, yo entiendo que una postura racional es aquella fundamentada mediante argumentos, que pueda alcanzar el consenso y, que nunca cierre la puerta a reformar algunos puntos frente a argumentos de mayor peso. Por otro lado, califico como postura de carácter mítico aquella que no es una tesis avalada por argumentos y, no me baso en la mera definición del mito, una historia fabulosa que solía utilizarse en la Antigüedad para dar explicación a distintos sucesos; creo que actualmente no solemos acudir a los mitos ya que podemos encontrar infinitas explicaciones para cualquier suceso, eso sí, todas ellas relativas, unas más compartidas que otras, otras más avaladas por la ciencia…
Son dos los puntos de vista planteados frente a la cuestión medioambiental que vivimos y, que ha tenido importancia siempre, pero la hemos percibido en los últimos años… Están los que proponen medidas de gran calibre para atacar el problema de raíz y, los que, sin negar el calentamiento global, proponen otras soluciones no tan drásticas preocupándose principalmente por el plano económico. Yo, me posicioné y me mantengo a favor de la primera postura, la cual creo que es la más racional, pues es obvio el daño que estamos haciendo al medio ambiente con fábricas, coches, plástico… y hay un gran consenso científico que lo avala, por lo que dudo realmente que haya intereses ocultos detrás de esta postura, como algunos pueden creer… Planteaba cómo en los últimos años el número de catástrofes ha ido “in crescendo”, cómo no ocurrían tanto hace unas décadas… poniendo como ejemplo los incendios en Australia… Por lo tanto, la segunda postura sería, a mi parecer, la más mítica y creo que, los que la apoyan sí que están siendo catastrofistas, pero en el plano económico. Imponer medidas drásticas supondrían un primer pequeño receso en la economía, pero estaría seguido de una gran mejora de la misma, mejorando incluso las condiciones previas a su imposición con la creación de nuevos empleos, brindando a los países menos desarrollados la posibilidad de hacerlo. Sería como en la bolsa, el crecimiento no es continuo, hay pequeñas correcciones o bajadas, pero al final puedes observar una tendencia buena. Si se observa una gran mejora con las medidas drásticas, o que son excesivas, estas pueden llegar a aliviarse un poco de modo que no se dañe al medio ambiente pero tampoco se entorpezca demasiado la actividad cotidiana, aunque como he dicho tampoco supondrían un verdadero obstáculo, más bien una oportunidad para mejorar. Es evidente que el aumento de la temperatura terrestre es continuo y exponencial, y hay que establecer medidas para frenarlo, al igual que se establecieron medidas para aplanar la curva de la pandemia del coronavirus… Puede que esos 1.2 grados de aumento de la temperatura global en los últimos 150 años resulten insignificantes para algunos, pero no lo son, y, si a alguien le parece que lo
son, es porque compara esos 150 años con su efímera existencia y no con la existencia del propio planeta, usan un sistema de referencia erróneo… nuestra existencia sí es insignificante (en cuanto a cantidad de años) respecto a la del propio planeta o del universo. Los partidarios de la segunda postura acaban retroalimentándose y hacen que más gente crea su postura, ahí está el verdadero poder del mito, en su credibilidad y, en las consecuencias que puede llegar a ocasionar aportarle credibilidad a un mito. A mi parecer el primer punto de vista es el apoyado moralmente y el que la política debería apoyar, aunque en el plano político el apoyo a esta postura desgraciadamente no es pleno. Por último, creo que, tras el confinamiento, surge un nuevo ejemplo de lo nocivo que es el humano para el medio ambiente, el mundo se ha parado: la industria, el tráfico, nuestra movilidad... el planeta ha respirado y, el agujero en la capa de ozono, que tanto preocupa, se ha reducido notoriamente.