lunes, 7 de septiembre de 2020

VI OLIMPIADA DE FILOSOFÍA DE LA RIOJA 2020

Con motivo de la pandemia, esta edición de la Olimpiada de Filosofía tuvo que celebrarse por medios telemáticos, con lo que solo disfrutamos a medias de su desarrollo. Pero también este año el IES Sagasta tuvo su lugar destacado.

Inicialmente, la celebración de la fase nacional estaba prevista en Santiago de Compostela, pero ha sido anulada debido a las circunstancias que todos conocemos. Sin embargo, esto no es obstáculo para recordar los logros de nuestros alumnos, que no fueron pocos.

El tema que se trataba este año era EL PODER DEL MITO.

En la modalidad de Ensayo, ANDRÉS RUIZ OLIVÁN, de 2º de Bachillerato, quedó en segundo puesto.

En la modalidad de Fotografía, tuvimos dos alumnos destacados: ELIA DELGADO LÓPEZ DE SOSOAGA, y MIGUEL ARÉJULA AISA, ambos de 1º de Bachillerato Internacional de Ciencias, que quedaron en 2º y 3º lugar, respectivamente

Y en la modalidad de Dilema Moral, nuestro gran ganador fue MARCO ZORZANO BARROSO de 4º ESO.



ENHORABUENA A TODOS LOS PARTICIPANTES Y, SOBRE TODO, A LOS GANADORES.



http://olimpiadafilosofialarioja.blogspot.com/2020/10/defensa-dilema-moral-ganador-vi.html

http://olimpiadafilosofialarioja.blogspot.com/2020/07/defensa-fotografia-filosofica-vi_20.html

Ensayo "El poder del mito", de Andrés Ruiz Oliván

Desde el origen de la humanidad las personas han recurrido a los mitos, historias ficticias y falsas creencias, con el objetivo de dar respuesta a todas aquellas preguntas que en su momento parecían completamente imposibles de explicar, así como para encontrar algo, un motivo, que les ayudase a seguir adelante. Si bien es cierto que en la actualidad estos mitos no adoptan las mismas formas que hace siglos, es innegable que aún están presentes en nuestra sociedad y gozan de una gran influencia, pese a que sean mucho más difíciles de identificar debido a que llevan asentados y normalizados desde hace muchos años. Y si bien es lógico que no suelen nombrarse como mitos, en el sentido literal de la palabra, es evidente que comparten un gran número de similitudes con aquellos relatos que ahora parecen tan lejanos: De nuevo son capaces de movilizar la opinión de gran parte de la población, orientándolos hacia un modelo determinado y llegando a crear concepciones absolutamente erróneas.

¿Cuáles son algunos de estos mitos que tan presentes están en nuestra actualidad? Hay varios:

Uno de los más popularizados, sobre todo entre las generaciones de jóvenes, consiste en creer que la tecnología todo lo puede y nos va a llevar siempre a facilitarnos la vida y a conseguir alcanzar el progreso.

Es verdad que muchos de estos avances técnicos son muy beneficiosos para la humanidad y sirven para solucionar muchos de nuestros problemas, tales como las vacunas y los medios de comunicación, entre otros. Sin embargo, como en todo, además de la parte positiva está la negativa, que por lo general intenta ocultarse, restándole importancia.

Y en verdad muchas de estas consecuencias de los supuestos progresos humanos están ocasionando un gran daño tanto a nuestra propia especie como a todo aquello que nos rodea.

Uno de los casos más evidentes en lo que a esto respecta sería el de las armas, instrumentos elaborados para “proteger” la vida de unos cuantos mientras se le pone fin a la de muchos otros.

Otro ejemplo de este avance-retroceso está últimamente en boca de todos debido al aumento de las consecuencias y al limitado tiempo que queda para poder remediarlo.

Estoy hablando, claramente, del cambio climático. Tantos esfuerzos han acabado por sobreexplotar a nuestro planeta, con las talas masivas de árboles y la contaminación del aire y del mar, por ejemplo. Y si no salimos de la burbuja de felicidad e ignorancia, acabará por explotar.

¿Acaso hay alguna otra especie aparte de la nuestra que sea capaz de destruirse a sí misma de esta forma?

Dejando de lado todo el tema de la tecnología y sus nefastas consecuencias, pasaremos a centrarnos en el dinero. La población tiende a pensar que cuanto más rico sea uno, más fácil le va a ser obtener la felicidad. Y aunque es cierto que el dinero ayuda, y mucho, a conseguir diversos agentes externos para motivarnos, hay que admitir que esta felicidad es pasajera, momentánea, no ese disfrute etéreo al que todo el mundo aspira. Además, hay cosas que el dinero no puede evitar por mucho que se lo proponga, ¿o acaso los ricos son inmortales?

Un caso semejante es el del amor, utilizado a menudo por muchos como el único motivo para seguir adelante e incluso llegando a creer que cualquier cosa es posible si por amor se hace. Este hecho se puede ver muy bien ilustrado en frases como “el amor todo lo puede”.

El problema llega cuando se choca con la pared imaginaria de la realidad y uno se da cuenta de que los sentimientos permanecen como tal y nunca van a sobrepasar esos límites.

Como último caso para estos mitos actuales, me centraré ahora en uno que puede causar cierta controversia, aunque claramente no tanta como hace bastantes años: La religión.

No me referiré a ninguna doctrina en concreto, pero hay que admitir que se trata, sin duda, de uno de los mitos que más repercusión han tenido en la historia de la humanidad, llegando a movilizar la opinión de algunos grupos de personas de una forma inmensa, e incluso derivando en la muerte de otros muchos.

El caso es que, pese a que no podemos negar que haya verdad dentro de las diversas religiones, tampoco podemos afirmar nada con totalidad, mientras que muchas personas se dejan llevar por completo haciendo caso solo a aquello que sus creencias le impongan.

Una vez puesto en manifiesto que aún hay numerosos mitos en nuestro mundo, y que posiblemente todos estamos más influenciados por ellos que lo que creemos, habría que plantear la siguiente cuestión: ¿tenemos que seguir apoyándonos en los mitos para seguir adelante o deberíamos estar dispuestos a dejar todo de lado y optar por el camino de la verdad?

Aunque en un primer plano todos nos dejaríamos llevar y optaríamos rápidamente por una de estas opciones, hay que tener cuidado y analizar con cautela cada una de ellas.

Es verdad que vivir con una tela delante de nuestros ojos, o en una caverna sin ver el exterior como indicaba Platón con su mito de la caverna, no es precisamente lo más agradable.

El ser humano es curioso por naturaleza y siempre va a querer saber qué hay más allá, obteniendo de este modo una respuesta para muchas de sus preguntas que tanto desea resolver.

Pero, ¿y si esa respuesta no es lo que uno se espera encontrar? ¿No podría provocar una gran decepción descubrir que todo en lo que creías era una mentira de una forma tan repentina?

De hecho, hay personas que hacen su vida por y para estos mitos, siendo la religión  uno de los casos más evidentes. Si se les quitase todo aquello a lo que se dedicaban con tanto fervor de repente se provocaría, sin duda, una situación de inestabilidad en el interior de su mente, lo cual derivaría en una desilusión y falta de motivación ante la vida que acabaría por desembocar en el nihilismo.

¿Y qué se hace con una gran parte de la población absolutamente desmotivada ante la vida? Porque hay que tener en cuenta que este tipo de casos se podría aplicar prácticamente al total de nuestra sociedad: Todos vivimos engañados aferrándonos a cualquier cosa que encontramos a nuestro alcance para poder mirar hacia el futuro y seguir adelante, incluso aunque no lo percibamos. Y quizás no estemos dispuestos a perder todo esto de un momento a otro.

Por el otro lado, es evidente que tampoco podemos vivir eternamente en la ignorancia, completamente ajenos a lo que nos rodea y creyendo que todo es de una forma distinta.

El mundo tiene que conocer la verdad para seguir adelante, por mucho que en numerosas ocasiones nos cueste afrontar la realidad.

Por ello, y teniendo todos estos aspectos en cuenta, considero que el papel que tendría que jugar la filosofía en todo aquello relacionado con el mito sería el de guiar a la población poco a poco, sacándola lentamente de esa ignorancia en la que se encuentra sometida para mostrarle lo que realmente hay en el mundo.

Este cambio, como he indicado, debe de ser progresivo, no llevarse a cabo de una forma repentina, y probablemente lleve tanto tiempo realizarse que es muy difícil que seamos capaces de ver una sociedad completamente transformada.

Pero es necesario hacerlo lentamente debido a la fragilidad de la mente humana, que no sería capaz de soportar tantos impactos en un periodo de tiempo corto, y probablemente le lleve aún más tiempo interpretarlo correctamente y aceptarlo.

Puede que nuestras vidas tengan poco o nulo sentido sin todas las ayudas proporcionadas por los mitos, pero poco a poco hay que conseguir adaptarse y encontrar nuevas motivaciones, porque el cambio forma parte de nuestras vidas.

Quizás nosotros seamos capaces de esperar, pero el mundo no tiene tanto tiempo, y la verdad está a nuestra disposición. Es nuestra elección tomarla o dejarla de lado.


Exposición de Marco Zorzano sobre el Dilema Moral

Buenas tardes, soy Marco Zorzano Barroso, alumno del Instituto Sagasta. 

El dilema se plantea a la hora de decantarse entre dos posturas e identificar una de esas posturas como racional y, otra, como mítica. En primer lugar, yo entiendo que una postura racional es aquella fundamentada mediante argumentos, que pueda alcanzar el consenso y, que nunca cierre la puerta a reformar algunos puntos frente a argumentos de mayor peso. Por otro lado, califico como postura de carácter mítico aquella que no es una tesis avalada por argumentos y, no me baso en la mera definición del mito, una historia fabulosa que solía utilizarse en la Antigüedad para dar explicación a distintos sucesos; creo que actualmente no solemos acudir a los mitos ya que podemos encontrar infinitas explicaciones para cualquier suceso, eso sí, todas ellas relativas, unas más compartidas que otras, otras más avaladas por la ciencia…  

Son dos los puntos de vista planteados frente a la cuestión medioambiental que vivimos y, que ha tenido importancia siempre, pero la hemos percibido en los últimos años… Están los que proponen medidas de gran calibre para atacar el problema de raíz y, los que, sin negar el calentamiento global, proponen otras soluciones no tan drásticas preocupándose principalmente por el plano económico. Yo, me posicioné y me mantengo a favor de la primera postura, la cual creo que es la más racional, pues es obvio el daño que estamos haciendo al medio ambiente con fábricas, coches, plástico… y hay un gran consenso científico que lo avala, por lo que dudo realmente que haya intereses ocultos detrás de esta postura, como algunos pueden creer… Planteaba cómo en los últimos años el número de catástrofes ha ido “in crescendo”, cómo no ocurrían tanto hace unas décadas… poniendo como  ejemplo los incendios en Australia… Por lo tanto, la segunda postura sería, a mi parecer, la más mítica y creo que, los que la apoyan sí que están siendo catastrofistas, pero en el plano económico. Imponer medidas drásticas supondrían un primer pequeño receso en la economía, pero estaría seguido de una gran mejora de la misma, mejorando incluso las condiciones previas a su imposición con la creación de nuevos empleos, brindando a los países menos desarrollados la posibilidad de hacerlo. Sería como en la bolsa, el crecimiento no es continuo, hay pequeñas correcciones o bajadas, pero al final puedes observar una tendencia buena. Si se observa una gran mejora con las medidas drásticas, o que son excesivas, estas pueden llegar a aliviarse un poco de modo que no se dañe al medio ambiente pero tampoco se entorpezca demasiado la actividad cotidiana, aunque como he dicho tampoco supondrían un verdadero obstáculo, más bien una oportunidad para mejorar. Es evidente que el aumento de la temperatura terrestre es continuo y exponencial, y hay que establecer medidas para frenarlo, al igual que se establecieron medidas para aplanar la curva de la pandemia del coronavirus… Puede que esos 1.2 grados de aumento de la temperatura global en los últimos 150 años resulten insignificantes para algunos, pero no lo son, y, si a alguien le parece que lo 

 son, es porque compara esos 150 años con su efímera existencia y no con la existencia del propio planeta, usan un sistema de referencia erróneo… nuestra existencia sí es insignificante (en cuanto a cantidad de años) respecto a la del propio planeta o del universo.  Los partidarios de la segunda postura acaban retroalimentándose y hacen que más gente crea su postura, ahí está el verdadero poder del mito, en su credibilidad y, en las consecuencias que puede llegar a ocasionar aportarle credibilidad a un mito. A mi parecer el primer punto de vista es el apoyado moralmente y el que la política debería apoyar, aunque en el plano político el apoyo a esta postura desgraciadamente no es pleno. Por último, creo que, tras el confinamiento, surge un nuevo ejemplo de lo nocivo que es el humano para el medio ambiente, el mundo se ha parado: la industria, el tráfico, nuestra movilidad... el planeta ha respirado y, el agujero en la capa de ozono, que tanto preocupa, se ha reducido notoriamente.