Nada más comenzar el curso, una noche de principios de septiembre, 23 alumnos de segundo de bachillerato comenzamos un largo viaje que, tras numerosas horas de autobús y avión, nos llevó a la ciudad de Manitowoc, muy próxima a Chicago. Nerviosos, pero a la vez entusiasmados, conocimos a nuestras familias y por fin descansamos.
La primera mañana, la pasamos en el
instituto que tanto se asemejaba a los que habíamos visto en las películas. A
partir de entonces, comenzó un sinfín de experiencias con las que nos
sumergimos en su cultura y comprendimos su modo de vida.
Durante estos días realizamos muchas
actividades. Juntos visitamos Manitowoc, vimos un partido de futbol americano,
viajamos a Madison, a Milwaukee, donde vimos un partido de baseball… Además, en
el tiempo con las familias, disfrutamos de su compañía e hicimos algunos planes
juntos. Una noche algunos fuimos a la playa. Allí nos bañamos en el gélido lago
Michigan, un americano recibió su primer beso e incluso otro de ellos expresó
interés romántico hacia una de nuestras chicas. Por suerte, después de aquella
exótica noche, encontramos las llaves que Preston había dejado en el techo de
otro coche y pudimos volver a casa.
Después de maravillosos momentos,
llegó la hora de derramar lágrimas de despedida y decir adiós a gente que se
había ganado un hueco en nuestro corazón. Por suerte aquel momento nostálgico
se vio mermado ya que nuestro viaje continuaba. Tuvimos la suerte de dedicar un
día a explorar Chicago, una ciudad que nos sorprendió enormemente, en la que
visitamos Millenium Park y caminamos por la orilla del río, famosa por la
arquitectura de sus rascacielos. Horas más tarde, la mitad del grupo partió
rumbo a la gran manzana junto a Lluc, el resto, debido a un problema con la
aerolínea, se quedó con Luis Ángel. Por suerte lo afrontaron de la mejor manera
posible y pudieron embarcar en un avión unas horas más tarde.
Algunos llegaron al hotel a altas
horas de la madrugada, pero eso no nos impidió madrugar al día siguiente y
lanzarnos a conocer la gran ciudad. Durante aquellos días, realizamos
larguísimas jornadas turísticas, visitando desde los lugares más glamurosos de
Manhattan, hasta los más pobres de El Bronx.
Visitamos lugares como Wall Street,
el World Trade Center, Soho, Central Park, el MoMA o la Estatua de la Libertad.
Nueva York es una ciudad asombrosa, caminamos por Times Square, de pronto Lluc
entraba en pánico al sentir la posibilidad de que apareciera algún roedor
neoyorkino. Acabábamos cenando pizza por un dólar sentados en un bordillo. Cada
momento era una aventura y eso hizo que esta cuidad nos encantara.
En definitiva, en la estancia en
Nueva York, nos enriquecimos de su historia, arte y cultura, pero lo más
importante es que la disfrutamos de la mano de personas que nunca olvidaremos,
a pesar de que un par perdieran un ferry aparentemente sin pérdida, o que
tuviéramos que esperar a algunos que se despistaron por Madison... Lo más
maravilloso de este intercambio ha sido, sin duda, la gente de la que estaba
rodeado, haciendo de los inconvenientes momentos para recordar, y de los
momentos inolvidables, momentos aún más especiales. Este viaje es una de las
mejores experiencias de nuestras vidas, un recuerdo lleno de anécdotas, buenos
momentos y sentimientos indescriptibles.
Por último, quiero dar las gracias a
todos los compañeros y en especial a Luis Ángel y Lluc ya que esta oportunidad
ha sido gracias a ellos.
Martín Santamarina Ovejas 2ºCB