martes, 18 de febrero de 2014

FALLO CONCURSO LITERARIO -LENGUA Y LITERATURA-

ENHORABUENA A TODOS LOS GANADORES

RELATO BACHILLER: HISTORIA DE UN PINTALABIOS

Las gotas de lluvia chocaban contra aquella ventana del aeropuerto. Bailaban con el viento creando un cuadro abstracto en los cristales, dibujando trayectorias.

No serían más de las ocho de la mañana pero un pequeño rayo de sol traspasaba las nubes filtrándose de lleno en estas cuatro paredes que componían el baño de señoras de la terminal B.
La luz creaba sombras que proyectadas contra el suelo, formaban una obra en directo de todo lo que pasaba en el exterior.


En la parte derecha del cuarto de baño había tres puertas de madera arcaica y deslucida en las que su aspecto mostraba la vejez del aeropuerto o  la falta de interés de los responsables de sus instalaciones. En un par de metros cuadrados, detrás de esas puertas, se encontraban los retretes, aparentemente limpios.
Justo enfrente de ellos estaban los lavabos con un espejo muy espacioso disfrazando el gran número de manchas provocadas por la humedad que se escondían en la pared.

Y precisamente ahí, entre un paquete de pañuelos vacío y algunas gotas de agua se encontraba un pintalabios rojo nº42 que nadie había visto aún. Un pintalabios olvidado por casualidad en aquel baño un día cualquiera de octubre antes de coger un avión.

El sonido de las maletas y las bocinas de los coches aumentaban conforme iban pasando los minutos. Empezaban a anunciarse los comunicados por megafonía informando de las alteraciones que estaban sufriendo los aviones que despegaban a primera hora.

La puerta se abrió súbitamente y una mujer que rondaba los 40 años de edad se aproximo llorando hasta el espejo. La índole de su vestimenta dejaba ver que había tenido que hacer un gran esfuerzo para conseguir ese billete de avión que custodiaba el bolsillo trasero de sus vaqueros rotos.

Humedeció sus manos, abriendo delicadamente el grifo y se refrescó la cara intentando disipar todos los pensamientos que no le dejaban pensar con claridad.
“Empezaré de cero en otro sitio.”-.dijo aquella licenciada en Ciencias Medioambientales tratando de convencerse.

El momento en el que a las personas se les cataloga como desahuciados en paro al quedarse sin trabajo y no poder pagar así, sus deudas se convierten en cargas para la sociedad y se ven obligadas a sobrevivir a su manera. Muchos de ellos lo hacen dejando atrás todo lo que tienen para empezar de nuevo en un país con un crecimiento económico trascendente.
Levantó la mirada observándose en el espejo y no le sorprendieron las ojeras ni las dos arrugas de más que habían nacido en la parte superior de sus pómulos.

El color rojizo del pintalabios llamó su atención. Lo observó atentamente y lo cogió aproximándolo a su boca. Miró detrás de las tres puertas situadas en la parte derecha del cuarto de baño pero estaba vacío.
Ella nunca se maquillaba, no tenía a nadie por quien hacerlo y carecía del dinero suficiente para darse esos caprichos. Se tenía que limitar a ducharse una vez por semana en el albergue de su barrio y eso gracias a que aún contaba con un par de amigos que le facilitaban una escasa suma de dinero al mes para subsistir .Con un poco de suerte había logrado conseguir un billete de avión a Leipzig, Alemania.
Se había visto obligada a huir al extranjero ya que sus condiciones de vida aquí eran pésimas y no quería depender del dinero de nadie.
Aquella mujer había estudiado en una famosa universidad de Madrid, algo que le había ayudado a conservar su puesto de trabajo hasta los últimos 249 días.
Envió su currículo a numerosas empresas y laboratorios pero tenían candidatos mucho más jóvenes que ella, un dato que no dudaban en mencionar los encargados de las entrevistas.

Sujetó el pintalabios con la mano derecha y pintó sus labios con un color brillante, mostrando un semblante mucho más joven del habitual. Se miró al espejo y por una vez en mucho tiempo se sintió viva. Se visualizó antes de que empezara todo su sufrimiento: sin someterse a la competitividad implantada por los gobiernos y con ganas de salir adelante.
Se miró y sin terminar de reconocerse reconsideró si montarse en ese avión seguía siendo buena idea, ya no tan segura de ello. Reflexionó sobre todo lo que dejaba aquí. Iba a abandonar su vida para crear un nuevo personaje en otro lugar.
Ella siempre había soñado con vivir en España, y ahora estaba a punto de subirse a un avión para ir a un país del que lo desconocía prácticamente todo.

Un movimiento involuntario le hizo agarrar el billete y, tras no pensarlo ni un segundo, lo empapó con agua dejándolo inservible.  No estaba segura de si había sido buena idea pero se sentía bien. Tras una última sonrisa al espejo salió del baño haciendo una bola con el papel arrugado del billete que tiraría poco después en la papelera colocada justo enfrente de su antigua empresa.

Los minutos pasaban lentamente en aquel baño. Había dejado de llover y las nubes daban paso a un sol brillante y caluroso. Las motas de polvo flotaban por el aire con total tranquilidad rebotando contra las paredes e impulsándose mucho más arriba.

La puerta se abrió torpemente y una pareja avanzó trastabillándose por el cuarto de baño. Su única misión era llegar sanos y salvos a la pared blanca del fondo. Se chocaron con la ventana dándose un golpe en la cabeza. Ella levantó la mirada y sus ojos se centraron en ese pequeño objeto rojo que alguien había olvidado en el lavabo.
Interrumpió la sesión de besos y caricias apartándose de él mientras se acercaba despacio al gran espejo que cubría la pared izquierda de la habitación.

Lo agarraba sorprendida con los dedos índice y pulgar girándolo nerviosa intentando averiguar a quien pertenecía.
Lo observó y se rozó los labios con él dejando una leve mancha roja. Lo sujetaba con más fuerza y agarrándolo mejor se estrelló el carmín en los labios retocándolos de nuevo.  Una vez había terminado abandonó el pintalabios junto al espejo y se giró para mirarle a él. Se aproximó lentamente y le consultó con una mirada. Él sonrió y entraron en uno de los baños. Después de algunos intentos fallidos y otros suspiros entrecortados lograron poner el pequeño cerrojo.
El pintalabios, más delator que confidente, sólo buscaba dejar su huella en todas las camisas masculinas.

Se abrió la puerta y entró una chica alta y muy delgada vistiendo unos tejanos azules y una camiseta rosa. Su rostro era frío y triste y su velocidad al caminar no mostraba ningún signo de alegría. No se miró al espejo y se encerró directamente en el baño del centro. Levantó la tapa y se arrodilló en el suelo. Introdujo los dedos índice y corazón en su boca empujándolos hacia la garganta hasta que acabó vomitando. Una vez que hubo terminado, tiró de la cadena con un movimiento rutinario y escapó de su escondite volviendo a la realidad.
Se acercó al espejo sin atreverse a levantar la vista demasiado y se refrescó la cara con agua. Vio de reojo un objeto llamativo y brillante apoyado en el grifo y, tímidamente, lo atrapó en una mano ojeando su color.
Logró atreverse a usarlo y mirando ligeramente al espejo repasó la silueta de sus labios con el carmín.

Observaba su reflejo en el espejo pensando, por primera vez en mucho tiempo, que podía llegar a gustarse. Esta chica sufría una gran distorsión de su imagen corporal y podía llegar a sufrir graves consecuencias.
Estaba tranquila. Inspiró pausadamente y fue recobrando una parte de la seguridad que había perdido hace varios meses. Abandonó el pintalabios justo junto al espejo, en el lugar donde lo había encontrado y salió del baño, prometiendo ser la última vez que arriesgaba su propia salud para conseguir ser como rigen los miles de estereotipos creados.

La puerta se cerró y con ella otra historia.  

El mundo está lleno de ellas y a su lado hay un montón de casualidades que no somos capaces de ver pero que tienen el poder de cambiarnos completamente nuestras vidas.
                                                                        
Elena Revilla

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