lunes, 8 de abril de 2013

Viaje de Estudios a Portugal

Los días 21 al 27 del pasado mes de marzo 75 alumnos de primero de Bachillerato del IES Sagasta y 4 profesores disfrutamos de los encantos de Lisboa y sus alrededores en el tradicional viaje de estudios. Nos acompañó en todo momento un guía, Roberto, de la empresa con la que se contrató el servicio.
A primera hora de la mañana del jueves 21 salimos en dos autobuses camino de tierras portuguesas. Tras varias horas de viaje, nuestra primera visita fue Évora, ciudad Patrimonio de la Humanidad con un encantador caso histórico del que destacan sus murallas, el templo romano de Diana y la catedral. Situada a 150 kilómetros de Lisboa, donde nos alojaríamos, recorrimos el último tramo hasta dar con nuestro estupendo hotel, ya entrada la noche. Nuestro alojamiento en todos estos días sería en un hotel de cuatro estrellas de la cadena Meliá que contaba con servicios como piscina al aire libre y cubierta, gimnasio y spa. Procedimos al reparto de habitaciones, cenamos y creo que, en general, descansamos a pierna suelta. La paliza había sido notable.
El viernes 22 tuvimos la primera de jornada en Lisboa. Dado que nuestro hotel se encontraba seis kilómetros del centro de Lisboa, en la costa de Caparica, el primer encuentro visual con la ciudad fue impresionante: cruzar el Duero sobre el imponente puente 25 de abril y descubrir el perfil de la ciudad fue, sencillamente, delicioso. Sin duda, Lisboa es una ciudad con un sobresaliente patrimonio arquitectónico y artístico pero además su emplazamiento es único: a la orilla del espectacular estuario del Duero. Por la mañana visitamos el Monasterio de los Jerónimos y la Torre de Belem, las joyas del arte manuelino portugués. No fue un mal inicio. Ya en autobús, recorrimos algunas de las zonas más significativas de Lisboa: las avenidas del ensanche, la arquitectura vanguardista del barrio nuevo de la Expo 98… Otra vez a pie, recorrimos algunas de las zonas más pintorescas de Lisboa: la Plaza del Comercio, la Catedral, el Elevador de Santa Justa, la Plaza del Rossio… Por la tarde, los alumnos dispusieron de tiempo libre para disfrutar del paseo por las calles y plazas lisboetas. A juzgar por la cantidad de bolsas que algunos subieron a los autobuses al regreso al hotel, hubo quien también disfrutó de sus centros comerciales… Ya en el hotel, cena, tiempo libre y cama.
El sábado 23, a primera hora de la mañana, nos desplazamos a la localidad de Sintra. La mañana se presentó gris y lluviosa, pero poco a poco el día se fue despejando. En dos grupos, visitamos el Palacio Real. Posteriormente y de forma voluntaria, algunos alumnos y profesores entramos en la finca Quinta da Regaleria y nos sumergimos en un fantástico universo de pozos iniciáticos, pasadizo, cascadas, torres y naturaleza salvaje. Los más valientes, además, subieron a pie al castillo da Pena. Por la tarde, fuimos a Cascais, nos fotografiamos en sus acantilados y algunos mojaron sus pies en la playa. También se caló algún pantalón. Ya de regreso, pasamos por la localidad de Estoril, lugar de residencia de la nobleza europea, célebre por su casino, tal vez un tanto decadente… De vuelta al hotel, cena y a los brazos de Morfeo.
La jornada del domingo se presentaba apretada. La primera visita fue el monasterio de Alcobaça, imponente construcción cisterciense del siglo XII. Después nos dirigimos al monasterio de Batalha, edificado para conmemorar la victoria de las tropas portuguesas ante el ejército castellano en 1385. Además de la iglesia, recorrimos el claustro, la llamada “capilla imperfecta” (más bien inacabada…) y tuvimos la fortuna de asistir al cambio de guardia en honor al soldado desconocido en la sala capitular. Al menos como espectáculo antropológico, tiene su interés. Nuestro siguiente destino fue el romántico pueblo pescador de Nazaré. Fue encantador recorrer sus calles de blancas casitas y toparnos con esas señoras vestidas con su traje tradicional, repartidas en equipos, jugando con una pelotita, a ritmo de la tercera edad, a algo cuyas reglas se nos escapaban. También son una delicia las vistas de la playa desde la zona alta del pueblo, a la que se puede acceder mediante funicular. Lo del arroz caldoso que se sirve en los restaurantes es cosa aparte… Nuestra última parada fue Obidos, un pequeño pueblo amurallado con castillo. En este caso coincidimos con una de las procesiones de Semana Santa, lo que nos impidió acceder a todos los rincones de la población. Otra vez de vuelta al hotel, cena, tiempo libre y descanso.
El lunes 25 nos desplazamos de nuevo al centro de Lisboa. Esta vez tocaba subirnos a uno de sus tranvías, ese encantador medio de transporte tan típico de Lisboa. Así pues, nos repartimos en cinco grupos y por turnos accedimos al interior de esos vagones amarillos de madera, disfrutando de un romántico viaje por las estrechas y ondulantes calles de Lisboa. Cuentan los compañeros que tuvieron la mala suerte de caer en un tranvía abarrotado, que la experiencia no fue tan gratificante… El punto de reunión de los grupos fue el mirador de Santa Luzia, uno de los muchos que hay en la ciudad. Desde allí subimos hasta el Castello de San Jorge, callejeamos por el Barrio de Alfama, concluyendo el paseo en la Plaza del Rossio. A partir de ese momento dispusimos de tiempo libre. Tarde de cafés, pastelerías o tiendas varias para un día gris y lluvioso. De nuevo en el hotel, cena, tiempo libre y a la cama. O eso dicen…
Nuestro último día nos trasladamos a una de las playas de la costa de Caparica. Sin embargo, la mañana estaba para pocos baños por lo que, tras un paseo, nos desplazamos al barrio nuevo de la Expo 98. Un grupo, más bien reducido, visitamos el Museo de la Ciencia y, posteriormente, el impresionante acuario, una de las atracciones heredadas de la Expo 98, dedicada en ese año a los océanos. El acuario tiene varias dependencias, pero lo más espectacular es una piscina central de dos pisos que se va recorriendo por zonas y que tiene ese poder hipnótico de dejarte como un bobo pegado a sus cristales durante un buen rato…Algunos otros subieron al funicular sobre el Tajo y quien más y quien menos entró en algún comercio. Los más osados incluso se desplazaron a otras zonas comerciales de Lisboa. Última noche en el hotel. El día siguiente iba a ser duro. Había que descansar. Había…
El miércoles 27 de marzo emprendimos el viaje de regreso a Logroño a primera hora de la mañana. No obstante, quedaba por visitar una ciudad: Mérida, donde realizamos nuestra primera parada del día. Entramos en el Teatro y Anfiteatro Romano y comimos en la misma ciudad. Ya se sabe, productos típicos: jamón, embutidos y…pizza, mucha pizza, algo lógico en una antigua ciudad romana… Tras un pesado viaje nos plantamos en Logroño pasadas las diez de la noche, con cansancio, sí, pero también una sonrisita de satisfacción en la cara. Había sido un magnífico viaje.
Alberto Hernández Sáenz.

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